jueves, 28 de julio de 2011

Entrega final Fotoperiodismo II

Invierno en el Puerto de Punta del Este
“Acá no hay olor a pescado, hay olor a mar y es el olor más puro”

Julio 2011. El sol de la mañana refleja incandescente sobre el agua. Un perro negro se detiene al borde del muelle. Observa los lobos marinos que mueven sus cabezas, se zambullen como tomando impulso y salen del agua sacando hasta la mitad de su cuerpo. Esperan algo, ellos lo intuyen, lo huelen.


El Puerto de Punta del Este es uno de los puntos turísticos del balneario de la ciudad de Maldonado. Según la Dirección Nacional de Hidrografía, es el puerto deportivo más importante del país. En verano, acoge cruceros de todo el mundo, esto implica turistas de todos los países que tienen contacto con los trabajadores locales.

En invierno, el puerto sigue funcionando. El turismo baja de forma exagerada. La pesca artesanal es la principal fuente de trabajo. Sin embargo, el negocio de excursiones, que explota por la demanda en alta temporada, ofrece sus servicios sin importar la temperatura.

Claudia Casas es una de las encargadas de la venta de excursiones en el puerto. Su empresa es una de las tres del puerto que ofrecen paseos por la Isla Gorriti, por la de Lobos – segunda reserva de lobos más grande del mundo-. También excursiones a Casapueblo, paseos por la bahía, avistamiento de ballenas y contrataciones para salir a pescar con privados.

La joven fernandina trabaja desde 1996 en este negocio. Destaca la sociabilidad permanente de su labor: “Lo que más me gusta de mi trabajo es el contacto con el turista. No sabes qué satisfacción me da cuando regresan del paseo y te felicitan por el hermoso lugar en el que vivimos. Se van felices y yo me quedo feliz”.

Por otro lado, están los que velan por la seguridad de los transeúntes y la de los trabajadores del puerto. Roque Daniel es uno de los policías de la Prefectura que cumple esta función desde mayo de 2011. Doce horas por día custodia el muelle dentro de una caseta que lo resguarda del frío invernal. “Tengo la posibilidad de ver los mejores atardeceres todos los días”. No encuentra nada negativo en su trabajo, se adapta bien y soporta el frío cubierto por su campera de nylon azul forrada con corderito.

También hay quienes el frío les pega de frente. Carlos es filetero en el puerto hace un año. Forma parte del puesto de venta Marycar. A un metro y medio del agua, todos los días se encarga de limpiar lo que los pescadores le entregan.

Entre los pedazos de hielo se asoman los pescados de color azul tornasolado. Los saca uno por uno. Con una mano envuelta en un guante de metal se dispone a sacarle las tripas y las espinas. “Esto es brótola, es lo que está saliendo últimamente”, dice Carlos. Sonríe y, al hacerlo, se forman pocitos en sus mejillas.

Carlos es otro de los trabajadores que disfruta de lo que hace. Al igual que Claudia, destaca que lo que más le gusta es el contacto con la gente. “La persona que viene a pasear al puerto se sorprende al verme trabajando con tanta naturalidad, te preguntan cómo se limpia el pescado y aprenden mirando”. Muchas veces, cuenta Carlos, se forman charlas en las que se aprende mucho: “Aprendes a comunicarte con personas de diferentes idiomas y culturas; el puerto es el punto de encuentro de muchas de ellas”.

El filetero, en cuanto al proceso de producción del pescado, es el intermediario entre los pescadores y los vendedores. Sin embargo, todos se conocen y el ambiente es muy bueno, según relatan y coinciden todos los testimonios: “Cada mesa (puesto de venta) tiene su lancha, pero si una se queda sin productos para la venta, otra comparte su pesca”, dice Valeria García, compañera de trabajo de Carlos. Ella se encarga de vender los frutos del mar y los pescados.
Hace seis años que trabaja en Marycar.

Valeria cuenta que en invierno, la venta baja a poco menos de la mitad. “Cambia muchísimo el flujo de trabajo por ser temporada baja”. Los clientes son ciudadanos fernandinos que, según Valeria, no tienen mucha costumbre de comer pescado. Sin embargo, esto no opaca su percepción del trabaja en sí: “El hecho de estar al aire libre, con una vista hermosa todos los días, es un privilegio”.

Por otra parte están los que tienen la posibilidad de ver el alba en medio del mar. Víctor Aquino es pescador hace 18 años del Puerto de Punta del Este. Su oficio y experiencia le enseñó que se debe respetar el pronóstico siempre: “Por más que ahora haya un día increíble, si el pronóstico da lluvia y no está lloviendo en este momento, no se sale”, afirma moviendo la mano derecha de un lado a otro.

Cuando se le preguntan los aspectos negativos de su trabajo Víctor no nombra el frío, sino que dice que “lo peor es no pescar nada porque no se tiene ingresos”. Según el pescador, “El frío no es excusa de nada” ya que “hay que trabajar para comer”. Además, afirma que uno se acostumbra con el tiempo. En cuanto a la pesca, se utilizan dos sistemas: palangre o malla. En verano se pesca con la primera y, en invierno con la segunda.

“Lo que más se saca en invierno es el mingo –la corvina chica- y se gana muy bien con él“, explica Víctor mientras saca una hojilla de su bolsillo y la llena de tabaco. Levanta la vista y observa a las gaviotas que esperan aglomeradas rescatar algún resto de pescado.

Un joven delgado, tal cual domador de circo, da de comer a un lobo que pesa más de cien kilos. A la vez, charla con algunos turistas que lo miran sorprendidos por su naturalidad al poner el pescado sobre la boca del mamífero: “No hay que tener miedo, yo le doy de comer todos los días, ya me conoce y, por eso, ambos nos sentimos seguros”.

El sol sigue reflejando sobre el agua, también lo hace sobre las cabezas de los lobos que se encuentran al borde del muelle. Hay muchos puertos en el mundo, con más infraestructura, con más movimiento comercial. Sin embargo, este pequeño rincón al sureste del país es una conjunción de trabajo artesanal y esfuerzo colectivo con la admiración del extranjero ante lo que es natural para el local. “El invierno tiene su encanto”, dice Carlos y termina su frase afirmando: “Acá no hay olor a pescado, hay olor a mar y es el olor más puro, el cual agradezco poder respirar todas las mañanas de mi vida”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario